MUERTE AL CONOCIMIENTO TRADICIONAL Y VIDA AL SUPERHOMBRE
- Ana Maria Unda R
- 30 dic 2019
- 11 Min. de lectura
INTRODUCCIÓN
El hombre tiene que ser la medida de todas las cosas; tiene que crear nuevos valores y ponerlos en práctica. Nietzsche se identifica con Protágoras en un ser humano que se reinventa en lo apolíneo y dionisiaco, buscando esa obra de arte que le diga sí a la vida.
¿Será que el Superhombre irracional si conoce el mundo con su sola voluntad de poder?
Trataré de hallar una respuesta que nos devele el camino correcto de un conocimiento desprendido de la razón y de lo que implica una realidad sin comprobación de hechos, y sin posibilidad de progreso planteada por la ciencia.
Además un lenguaje enmarcado en la metáfora que no encasille la realidad en el significado de una palabra, para que el concepto rompa la barrera de la validez argumentativa.
Este Superhombre que destruye la razón, tiene otras dimensiones de vida: la imaginación, la capacidad de apreciación estética, los sentimientos, el instinto…este hombre que va más allá del hombre que ama la tierra y cuyos valores son la salud, la voluntad fuerte, el amor, la ebriedad dionisíaca y un nuevo orgullo.
Cuando el hombre ya no tiene ideas trascendentales de mundos no terrenales, ni el soporte de un conocimiento forjado en la verdad de valores absolutos, cae en el abismo de la nada, y la única salida es aceptar que estamos en un mundo que se repite constantemente con dolor, placer, angustia, alegría, este se presenta y se da para aceptarlo en lo necesario y amarlo con la voluntad de un valiente.
El nihilismo es superado por un superhombre que dice: yo quiero, que acepta la vida en lo terrenal, y ama lo necesario de ella, la doctrina del amor fati propuesto Nieztsche, reconciliación del hombre con un mundo que se conoce y se acepta a través de la voluntad.
SÌ A LA VIDA, EN LA OBRA DE ARTE
Nietzsche se fascino con la obra de Schopenhauer cuando lee “El mundo como voluntad y representación” y compartió su idea “En cada pagina la renuncia, el rechazo, la resignación, elevan la voz: tenía ante mí un espejo en el cual contemple el mundo, la vida, y mi animo mismo. Allí semejante sol, estaba fijo en mí el gran ojo del arte, separado de todo; allí veía yo enfermedad y curación, exilio y refugio, infierno y paraíso”. Él comparte el ideario de este filósofo y piensa que la vida es una irracionalidad cruel y ciega, dolor y destrucción, y también manifiesta: “el arte es el único que puede ofrecer al individuo la fuerza y la capacidad necesarias para afrontar el dolor de la vida, diciéndole sí a ésta”.
En su obra juvenil "El origen de la tragedia", Nietzsche cuestionó la valoración tradicional del mundo griego que situaba en la Grecia clásica (el siglo de Pericles) el momento de esplendor de la cultura griega, considerando a Sócrates y Platón como los iniciadores de lo mejor de la tradición occidental, la racionalidad. Frente a esta interpretación, Nietzsche da más importancia a la Grecia arcaica, la del tiempo de Homero, y sitúa en el siglo V a. C. el inicio de la crisis vital del espíritu griego.
El pueblo griego antiguo supo captar las dos dimensiones fundamentales de la realidad sin ocultar ninguna de ellas, y las expresó de forma mítica con el culto a Apolo y a Dionisos. Apolo, dios de la juventud, la belleza y las artes, era también, según Nietzsche, el dios de la luz, la claridad y la armonía, y representaba la individuación, el equilibrio, la medida y la forma, el mundo como una totalidad ordenada y racional. Para la interpretación tradicional toda la cultura griega era apolínea, concibiendo al pueblo griego como el primero en ofrecer una visión luminosa, bella y racional de la realidad. Nietzsche consideró que esta interpretación es correcta para el mundo griego a partir de Sócrates, pero no para el mundo griego anterior. Frente a lo apolíneo, los griegos opusieron lo dionisíaco: Dionisos, dios del vino y las cosechas, de las fiestas presididas por el exceso, la embriaguez, la música y la pasión, y según Nietzsche, el dios de la confusión, la deformidad, el caos, la noche, los instintos, la disolución de la individualidad; los griegos representaban en Dionisos una dimensión fundamental de la existencia, que expresaron en la tragedia y que fue relegada en la cultura occidental: la vida en sus aspectos oscuros, instintivos, irracionales, biológicos. La grandeza del mundo griego arcaico estribaba en no ocultar esta dimensión de la realidad, en armonizar ambos principios, considerando incluso que lo dionisiaco era la auténtica verdad.
El Desarrollo del arte está ligado a la dicotomía existente entre lo apolíneo y lo dionisiaco, en la misma manera en que la generación surge de la dualidad de los sentidos en permanente contienda recíproca y en reconciliación meramente periódica , los dos instintos, tan diversos entre sí , avanzan uno al lado del otro engendrando la obra de arte, tan dionisiaca como apolínea, situación que acepta el superhombre donde comprende que la vida es tan trágica como tan bella, y que en esta dualidad su voluntad de poder le da el conocimiento del sentido de la tierra; el mensaje de Zaratustra el “superhombre es el sentido de la tierra”.
MUERTE AL CONOCIMIENTO TRADICIONAL
Validez de los conceptos
En general, la filosofía ha creído que los conceptos pueden reflejar correctamente la realidad y que las relaciones entre los conceptos son capaces de representar las relaciones entre las cosas. Para ello aspiró a la definición precisa de cada término, al rigor en el uso de las palabras y a su aplicación unívoca y no metafórica. Consideraba que entender una realidad es subsumirla en un concepto, disponer de un concepto para comprenderla. La tradición filosófica pudo defender este punto de vista al afirmar la existencia de dos formas de ser: la esencia o propiedades básicas, y los rasgos accidentales que dan lugar a las diferencias entre individuos. Pero, ¿qué ocurriría si no existiesen las esencias ni nada absolutamente idéntico entre dos objetos, y si ni siquiera un objeto fuera idéntico a sí mismo puesto que cambia, aunque tal vez imperciblemente, a lo largo del tiempo? Esta es precisamente la tesis de Nietzsche: en el mundo no existen esencias, no existe un rasgo (o varios rasgos) que se encuentre en todos y cada uno de los de los individuos; ni siquiera existen los objetos, pues la identidad que nosotros les atribuimos, su ser los mismos con el paso del tiempo es una consecuencia de nuestro modo sustancialista de representarnos la realidad. Dada esta creencia, claramente heracliteana, no es extraña su afirmación de que el pensamiento conceptual no es un buen recurso para expresar la realidad. La misma palabra no puede servir para referirnos adecuadamente a dos cosas distintas, pues si cubre bien la realidad de una de ellas no puede cubrir también la de la segunda, ya que la primera es inevitablemente distinta de la segunda (pues no existen las esencias o realidades universales presentes en varios objetos).
La idea nietzscheana de la realidad induce a pensar que no podemos utilizar las palabras de un modo unívoco; lo más que concede es el uso análogo o metafórico del lenguaje: la metáfora es mejor modo de captar la realidad que el concepto preciso pues la metáfora implica desigualdad entre los objetos, no presenta significados sino que los sugiere y nos permite la posibilidad de completar el significado a partir de nuestra propia experiencia del mundo. En definitiva, para Nietzsche, el arte es un medio más adecuado de expresar el mundo que la filosofía.
Objetividad de la lógica
Las leyes de la razón son también leyes del mundo. Los principios básicos a los que se somete la razón cuando se utiliza adecuadamente (la lógica), son también los principios básicos de la realidad. Este principio es común a toda la filosofía tradicional, aunque interpretado en términos radicales por las corrientes racionalistas y más moderados por las de orientación empirista. Frente a este punto de vista, Nietzsche afirma el carácter irracional del mundo: la lógica, la razón son invenciones humanas, las cosas no se someten a regularidad alguna, el mundo es la totalidad de realidades cambiantes, esencialmente distintas unas a otras, y acogen en su interior la contradicción. La metafísica tradicional pudo defender su punto de vista porque creyó en la existencia de un mundo verdadero. Si negamos la existencia de dicho mundo, como propone Nietzsche, parece inevitable declarar la irracionalidad de lo existente.
Objetividad del conocimiento
La filosofía tradicional creyó posible utilizar la razón desprendida de cualquier elemento subjetivo que pudiera afectar a su imparcialidad, creyó en el conocimiento objetivo del mundo, válido para todos. Nietzsche considera que esta confianza en las posibilidades de la razón descansa en una creencia más básica, la creencia en algún tipo de realidad absoluta (el Mundo de las Ideas de Platón o el Dios cristiano); sin embargo si esta realidad absoluta es una construcción de la fantasía humana, dicha confianza carece de sentido. Aún podemos hablar de conocimiento, concluye Nietzsche, pero aceptando su carácter relativo, subjetivo; todo el conocimiento humano es mera interpretación del mundo, depende de la perspectiva vital en la que se encuentra el individuo que lo crea.
Frente a Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Descartes y gran parte de lo mejor de las tradiciones filosóficas, defiende una tesis radicalmente contraria al objetivismo y conecta con otra línea filosófica históricamente más desacreditada: el relativismo, escepticismo y subjetivismo. Nietzsche defiende el perspectivismo, para el que todo conocimiento se alcanza desde un punto de vista, del que es imposible prescindir: las características del sujeto que conoce (psicológicas, sociales, físicas, la peculiaridad personal, la misma biografía) hacen imposible superar la propia perspectiva; no podemos desprendernos de nuestra subjetividad cuando intentamos conocer la realidad.
Junto con ello, Nietzsche critica las siguientes creencias básicas relacionadas con la práctica científica:
La existencia de leyes naturales. Las leyes que el científico cree descubrir son invenciones humanas; no existen regularidades en el mundo, no hay leyes de la Naturaleza. Si por leyes naturales entendemos supuestos comportamientos regulares de las cosas, Nietzsche rechazará la existencia de dichos comportamientos regulares y necesarios, al considerar que las relaciones entre las cosas no son necesarias, son así pero podrían perfectamente ser de otro modo. Las cosas se comportarían siguiendo leyes o necesariamente si hubiese un ser que les obligase a ello (Dios) pero Dios no existe; las leyes y la supuesta necesidad de las cosas son invenciones de los científicos.
La validez del ejercicio de la razón. La razón no se puede justificar a sí misma: ¿por qué creer en ella?; la razón es una dimensión de la vida humana, aparece de forma tardía en el mundo y muy probablemente, dice Nietzsche, desaparecerá del Universo; y nada habrá cambiado con dicha desaparición. Junto con la razón, en el hombre encontramos otras dimensiones básicas (la imaginación, la capacidad de apreciación estética, los sentimientos, el instinto,...) y todas ellas pueden mover nuestro juicio, todas ellas son capaces de motivar nuestras creencias. La razón no es ni mejor que otros medios para alcanzar un conocimiento de la realidad (en todo caso es peor puesto que el mundo no es racional). La ciencia se equivoca al destacar exageradamente la importancia de la razón como instrumento para comprender la realidad.
Legitimidad de las matemáticas: para la ciencia actual la matemática puede expresar con precisión el comportamiento de las cosas, para Nietzsche, sin embargo, esta forma de entender el mundo es aún más errónea que otras formas de cientificidad: las matemáticas puras no describen nada real, son invenciones humanas; en el mundo no existe ninguna de las perfectas figuras a las que se refiere la geometría, ni números, ni siquiera unidades. Cuando decimos que algo es una cosa, lo que hacemos es simplificar la realidad que se nos ofrece a los sentidos, someterla a un concepto, esconder su pluralidad y variación constante. Las matemáticas prescinden de la dimensión cualitativa del mundo, de su riqueza y pluralidad.
Para Nietzsche el origen de la ciencia está en su utilidad, pues permite un mayor dominio y previsión de la realidad, (pero la eficacia no es necesariamente un signo de verdad), y en que es consecuencia de un sentimiento decadente, pues sirve para ocultar un aspecto de la naturaleza que sólo los espíritus fuertes consiguen aceptar: el caos originario del mundo, la dimensión dionisíaca de la existencia; la ciencia nos instala cómodamente en un mundo previsible, ordenado, racional.
El SUPERHOMBRE VITAL Y CON SENTIDO DE VIDA
el hombre debe inventar el hombre nuevo, es decir, el súper hombre, el hombre que va más allá del hombre, el hombre que ama la tierra y cuyos valores son la salud, la voluntad fuerte, el amor, la ebriedad dionisíaca y un nuevo orgullo, mi “Yo” dice Zaratustra me enseño un nuevo orgullo y yo le enseño a los hombres: dejad de esconder la cabeza en la arena de las cosas celestiales y alzada libremente: una cabeza terrena, que crea ella mismo el sentido de la tierra”
El superhombre sustituye los viejos deberes por su propia voluntad. ¿Existe “un feroz dragón que el espíritu ya no quiere considerar como su dueño y su Dios? Se llama: Tú debes”. Pero en contra suyo el espíritu del león arroja las palabras: “Yo Quiero”
El Superhombre descubre que la esencia del mundo es la voluntad, ve ese eterno retorno y se reconcilia voluntariamente con el mundo: reconoce en la propia voluntad de aceptación la misma voluntad que se acepta a sí misma.
Sigue voluntariamente el camino que otros hombres han recorrido ciegamente, aprueba este camino y no trata de escabullirse de él, como hacen los enfermos y los decrépitos. Esto es lo que enseña Zaratustra:”Todo lo que ha sido fragmento, enigma, espantoso azar, hasta que la voluntad creadora añade: así quería que fuese, así quiero que sea, así querré que sea en el futuro".
CONCLUSIÓN
Considero que el conocimiento tradicional tiene su fin con los planteamientos de Nietzsche y su paradigma muestra que si es posible un conocimiento de realidad, con su superhombre que acepta la vida como una obra de arte, entre lo trágico y lo bello, y están fuerte su voluntad que crea nuevos valores que le den sentido en esta tierra, un hombre libre que grita yo quiero.
Por consiguiente este superhombre irracional para quien la razón era su esclavitud ahora hace de su voluntad de poder otra manera de apropiarse del mundo y conocerlo y lo justifica así:
Ø La misma palabra no puede servir para referirse adecuadamente a dos cosas distintas, pues si cubre bien la realidad de una de ellas no puede cubrir también la de la segunda, ya que la primera es inevitablemente distinta de la segunda (pues no existen las esencias o realidades universales presentes en varios objetos).
Ø la metáfora es mejor modo de captar la realidad que el concepto preciso pues la metáfora implica desigualdad entre los objetos, no presenta significados sino que los sugiere y nos permite la posibilidad de completar el significado a partir de nuestra propia experiencia del mundo. En definitiva, para Nietzsche, el arte es un medio más adecuado de expresar el mundo que la filosofía.
Ø Nietzsche afirma el carácter irracional del mundo: la lógica, la razón son invenciones humanas, las cosas no se someten a regularidad alguna, el mundo es la totalidad de realidades cambiantes, esencialmente distintas unas a otras, y acogen en su interior la contradicción. La metafísica tradicional pudo defender su punto de vista porque creyó en la existencia de un mundo verdadero. Si negamos la existencia de dicho mundo, como propone Nietzsche, parece inevitable declarar la irracionalidad de lo existente.
Ø Nietzsche defiende el perspectivismo, para el que todo conocimiento se alcanza desde un punto de vista, del que es imposible prescindir: las características del sujeto que conoce (psicológicas, sociales, físicas, la peculiaridad personal, la misma biografía) hacen imposible superar la propia perspectiva; no podemos desprendernos de nuestra subjetividad cuando intentamos conocer la realidad.
Ø Nietzsche rechazará la existencia de dichos comportamientos regulares y necesarios, al considerar que las relaciones entre las cosas no son necesarias, son así pero podrían perfectamente ser de otro modo. Las cosas se comportarían siguiendo leyes o necesariamente si hubiese un ser que les obligase a ello (Dios) pero Dios no existe; las leyes y la supuesta necesidad de las cosas son invenciones de los científicos.
Ø La razón no es ni mejor que otros medios para alcanzar un conocimiento de la realidad (en todo caso es peor puesto que el mundo no es racional). La ciencia se equivoca al destacar exageradamente la importancia de la razón como instrumento para comprender la realidad.
Ø Para Nietzsche el origen de la ciencia está en su utilidad, pues permite un mayor dominio y previsión de la realidad, (pero la eficacia no es necesariamente un signo de verdad), y en que es consecuencia de un sentimiento decadente, pues sirve para ocultar un aspecto de la naturaleza que sólo los espíritus fuertes consiguen aceptar: el caos originario del mundo, la dimensión dionisíaca de la existencia; la ciencia nos instala cómodamente en un mundo previsible, ordenado, racional.
Por: ANA MARIA UNDA RCOHA
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