Las voces se hallan perdidas entre silla y silla, solo habitan en los recuerdos de los protagonistas de esta historia, que se desliza por los hilos de la realidad o de la fantasía, pero lo único cierto es que si se vivenció.
En los primeros meses de un año que todo parecía normal, dejando a un lado los malos espectros de noticias que llegaban de oriente, luego de occidente y ahora se decían acá, pero nunca se imaginó que podría dejar el Salón Vacío.
Era una tarde de sol radiante y quemador (pues en tierra fría pega más duro sus rayos), entre juegos, risas, el salón de clase reúne a profesores y estudiantes que al ritmo del conocimiento se reúnen para aprender y la vez sonreírle a la vida y sus bemoles. Toda una dicha que se refleja en los rostros de los estudiantes y en las palabras del profesor; contenido de letras y letras pasión por lo que se trasmite y se aprende desde el gusto por lo que se hace.
Buenos momentos, un Salón lleno de estudiantes y de la profesora que con rostro amable y sonrisa radiante, complace a sus estudiantes con la mística que tiene un escultor con su gran obra, toda una Frida Kahlo en acción, ¡qué bien por Sara, por Dayerson, por Salomón y por muchos más!
La sillas tenían dueño, el tablero protagonista, los mapas sentido y las fichas del ajedrez se lucían de cajón en cajón con metes estratégicas, y que decir del balón de fútbol que de pase en pase se hacia el mejor gol, cantado por Leiron, Arnol, Julián, Jhoany y Omar los integrantes del Equipo de Futbol de la escuela.
Solo decir, el Salón luce radiante, tanto esplendor por la esencia de la educación: los estudiantes y profesor. Ahora llega las ciencias naturales, la exactitud, el discurso formal y la práctica de estudiantes inquietos por saber: ¿Qué es la fotosíntesis? y ¿por qué es importante para la vida de los ecosistemas?, todo un reto para David, Alejandro, Cresly y Alexandra.
De esta misma manera se deslizan por el salón de clase todas las teorías de científicos que un día creyeron que la vida del conocimiento debe tener un toque de ingenio y creatividad para el bien de la humanidad. Pero, como todo no es fortuna y los cuentos de Hadas tienen su bruja, este no podía ser la excepción, llega de oriente el monstro, con una característica invisible para ser más letal, devastador y encerrar a toda la humanidad en sus cuartos de temor.
Y el Salón de clase no podía escapar a esta nefasta realidad, los niños no volvieron, tampoco los profes, ni el perro bulloso y pulgoso que acompañaba a Maria. Desde ahora el Salón es Vacío.
El reloj se mueve marcando el tiempo, día tras día se extiende solo el eco de palabras dichas con agrado, recibidas con la sorpresa y la ingenuidad de los estudiantes que engalanaban el salón de clase, hoy éste se muere de tristeza y no comprende lo frágil que es la humanidad.
El Salón Vacío: Espera y espera a sus amigos, una veces fortuitos otras veces por años, pero lo cierto ahí está en una espera que no escapa de otros visitantes, pues entre sombras aparecen las telarañas, que se muestran imponentes como hogar de una buena tejedora la señora Araña.
Otros que acompañan al Salón Vacío, las sillas que ocupan el espacio, con nombres de niños y niñas que hoy no están, pero que de pronto mañana si, situación que las motiva a una espera, el retorno de risa, fantasías y alegrías.
Una fotografía de días y días es el Salón Vacío, han pasado muchas horas, ha caído mucha agua, el sol ha calentado a almas necesitadas de amor.
Desde otro lado se combate con ciencia al monstro llegado de oriente, la esperanza empieza a salir por las ventanas que confirman el confinamiento, las noticias alentadoras se deslizan de allí para acá.
Todo parece que el cambio está cerca. Para bien de todos y del Salón Vacío.
La ciencia combate su mejor batalla, y el Salón Vacío se viste de gala para recibir a sus visitantes, cuando de la nada el perro de Maria ladra y se abre la puerta y Maria dice: allí está mi silla, que rico verla y volver a estar acá.
Fin.
